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La cultura de la mediación

La Carta de las Naciones Unidas menciona como uno de sus objetivos la resolución pacífica de los enfrentamientos. Pero es a partir de 2006 cuando adquiere relevancia

Los humanos somos seres conflictivos. Por eso, una parte importante de la ‘historia de las culturas’ en que trabajo la ocupan los conflictos y los modos inventados para resolverlos. El más elemental fue ‘el choque de trenes’ y el triunfo de la fuerza. Poco a poco, se fueron utilizando procedimientos mas justos, es decir, más inteligentes. La intervención de un tercero, ajeno al conflicto, fue un gran paso. Apareció en dos formatos: una persona neutral intentaba que las partes llegaran a un acuerdo (era el mediador), y una persona sentenciaba la solución (el juez). La diferencia está en que en la mediación, el mediador no puede tomar partido, es solo un ‘posibilitador’, y son los interesados quienes toman la decisión final, mientras que en el mecanismo jurídico lo hace el juez.

Especialmente importante es la mediación familiar, hasta tal punto que se discute si antes de proceder a un divorcio debería haber un intento de mediación

 

En todo el mundo se intenta promover la cultura de la mediación. La Carta constituyente de las Naciones Unidas ya menciona como uno de sus objetivos la resolución pacífica de los enfrentamientos. Pero es a partir de 2006, con la creación de la Unidad de Apoyo a la Mediación (Mediation Support Unit), cuando el tema adquiere relevancia. La mediación se da en muchos niveles. Especialmente importante es la mediación familiar, hasta tal punto que se discute si antes de proceder a un divorcio debería haber previamente un intento de mediación. En Ontario, por ejemplo, los tribunales solo aceptan casos de divorcio de parejas que hayan pasado antes por una sesión informativa y por un proceso de mediación matrimonial. El objetivo de esa ley es aliviar la presión sobre los juzgados de familia, intentar que las parejas puedan ahorrar tiempo y dinero, y causar el menor daño a los hijos en el caso de que los haya. En España, en 2005 se suprimió la obligación de pasar por un proceso de separación previo al divorcio y se creó una nueva figura, la mediación familiar, pensada para ayudar a solventar el divorcio de la forma menos conflictiva posible, que cada comunidad ha regulado a su manera. Otros tipos de mediación son la laboral, la vecinal, la empresarial, la intercultural, además de la política. Me interesa especialmente la educativa, que es muy útil para mejorar la convivencia en los centros.

 

Hace un año, asistí a un congreso sobre alumnos mediadores en Villarreal, un municipio que está siendo pionero en fomentar la cultura de mediación, que ha organizado un servicio de mediación policial, en que la policía ayuda a resolver conflictos, y donde está el Instituto de Enseñanza Media Miralcamp, que ha puesto en marcha un modelo de mediación escolar que deberíamos generalizar por los problemas que resuelve. Este fin de semana, coincidiendo con el Día Mundial de la Mediación, mi amiga Pepa Fernández me invitó a participar en su programa radiofónico, que se realizaba en Los Palacios y Villafranca, un pueblo que también ha apoyado la mediación. Participaron Trinidad Bernal, psicóloga pionera en mediación en España, y María de la Válgoma, jurista. La mediación incluye ambas cosas: comprensión y límites jurídicos. Fuimos convocados por Antonio Hormigo, juez de paz. Aprovecho para llamar la atención sobre esta institución, que se acerca a la mediación a través del derecho.

 

El debate parlamentario se enroca con demasiada frecuencia y debería haber una instancia que convenciera a las partes de la necesidad de diálogo

 

Los beneficios de una cultura de la mediación son extraordinarios no solo para los protagonistas del conflicto, sino para la sociedad. Por eso, creo que debemos fomentarla. Está en marcha la creación de una Red de Ciudades Mediadoras, que tiene relación con el proyecto de Ciudades con Talento, del que ya les hablé. El primer trabajo que tienen los mediadores —una profesión que necesita ser regulada— es convencer a los afectados de las ventajas de resolver el conflicto de manera respetuosa para todos los participantes. Sin este convencimiento, no hay solución posible. En España, deberíamos intensificar la mediación política. El debate parlamentario se enroca con demasiada frecuencia y debería haber una instancia que convenciera a las partes de la necesidad de diálogo, y propusiera los recursos para establecerlo. Temas envejecidos y, por lo tanto, enconados, como el pacto educativo o los enfrentamientos nacionalistas, deberían tratarse no desde la cultura del enfrentamiento, sino desde la mediación, que es la más eficaz cuando se trata de intereses legítimos, pero opuestos, y en los que una situación meramente legal va a dejar posiblemente insatisfecha a una de la partes. En la mediación, hay un paciente trabajo previo de reflexión intelectual y emocional necesario para enfrentarse con éxito a problemas complejos. Ojalá este artículo, y la colaboración de los lectores, sirva para fomentar este modo de resolver conflictos que puede evitar tantas desdichas.

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